Quimera en tres movimientos

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En el primer momento
tenés esa mirada que todo lo derriba
ese asombroso impacto que todo lo estremece;
la ballesta de las luces,
la velocidad patente
en el vértigo y el frío
de las estrellas candentes,
en dos suspiros del alma,
en dos oculares vientres.
Yo desearía contarte
que entre un parpadeo y otro
del palpitar de tus ojos
he viajado en universos
y distancias infinitas,
edades se han revelado,
celestiales experimentos
y mil explosiones míticas
de verdes, azules y rojos,
y novas que implotan y arden
en oscuridades tibias.

En el segundo momento
tenés esa mirada que de todo se adueña,
esa que todo contiene, que todo invisibiliza,
la omnipresencia errante
en deidades de pupilas,
la magnánima incidencia
de las intenciones mínimas;
el gran agujero
que inexplorable levita
sobre aquel todo que llena
sus grandes redes vacías.
Yo desearía contarte
que en un pulso que han marcado
tus terribles espejos de éter,
he visto caer ciudades
y levantarse pueblos,
he sentido tierra y aire
y oído latir los cerros,
he visto el manto partido
en la fachada del templo
y mezquitas que iluminan
con sus cúpulas los cielos.

Pero en el tercer momento
tenés esa mirada desde tus sueños de niña,
aquella que todo sabe
pero de momento olvida,
aquella danza violenta
del impulso y de la risa
cuando nace y crece el miedo
en el Creador de la vida.
Yo desearía contarte
que tras una intermitencia
de tus ojos, ¡maravilla!...
vos los cerraste de golpe
y se han convertido en semillas
cuando tus labios crearon
en los míos , su caricia.
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Mapa del todavía

Si me vieras de costado, detenido,

notarías un ligero abultamiento

en la porción del pecho donde se guardan las ganas.

Está aquel espacio abarrotado

de no sé cuántas miradas perdidas,

cuántas robadas,

de algunas manos, de algunos manazos,

de kilómetros de acera, asfalto y trillo,

de kilos y kilos de hule para suela de zapatos,

del delicioso cansancio del esfuerzo físico,

y del físico esfuerzo por mantener un equilibrio…

Hay también algunas escaleras,

algunas botellas, algunos vasos,

centenares de noches dentro de una cajita,

clasificadas por lunas, por colores, por caricias,

por insomnios, somnolencias,

nochebuenas y perdidas,

noches para Eros junto a Tánatos,

y con similares criterios,

clasificados los días.

Pero la porción del pecho donde se guardan las ganas

también está llena de frutos sin semilla,

de sed por matarse a miradazos,

de hambre por morirse de caricias,

de envidia de una piel efervescente,

y el calor que despierte su codicia,

de una voz que me pida un “no te vayas”,

y del eco de mi voz como en poniente

que le mienta, que le dé un único engaño,

respondiéndole que hoy no tengo prisa…

Si me vieras de costado, detenido,

encontrarías tantas cosas

que robé de tus pupilas…