No ha pasado nada

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Este poema se me ocurrió imaginándome una escena en la cual un joven, despuès de intercambiar varias miradas con una señorita que se encuentra en el mismo restaurante en el que él está, decide hacer algo poco usual... levantarse, acercársele y besarla.


No crea usted que pretendo cometer algún agravio,

no crea usted que mirándola fijo pretendo generar un desencanto.

Se equivoca. Yo apenas la conozco.


No pierda el tiempo en eufemismos,

ni trate de evocarnos la conciencia.

No intente los forzados escrutinios

de una lógica que explique las fronteras.

Aquí no ha pasado sino una estación del alma,

como decir,

aquí pasó la primavera.


Esto que usted siente no es más que el corazón

latiéndome en el labio que la besa;

Esto que yo siento es la avalancha

que se roba nuestros aires, y nosotros,

apenas si sentimos esta vida

corriendo en su galope por los prados de las vértebras.

Pero no se moleste. Aquí no ha pasado nada.

Aquí sólo paso el tiempo,

como queriendo cortar nuestras cabezas.


No se equivoque. Nunca quise ofenderla.

Yo me voy sin excusas con que cerrar sus lágrimas abiertas,

la dejo entrehablando, entresonriendo,

como yo cuando esta noche fume

y la recuerde calentándome las venas

con el más agudo néctar que se pueda

robar de una flor cerrada y nueva,

que se expande y se contrae, como nube.

Yo me voy. No se moleste en levantarse.

Quédese de nuevo así, lejana y lúgubre,

como antes de atreverme a arrancarle siquiera

su mirada al vacío, para imprimir sus ojos

en mis pupilas que así quedaron huérfanas;

ya no me pertenecen, no cuento más con ellas.

Con permiso. Ya me marcho.

Aquí no ha pasado sino un génesis abrupto,

como decir,

aquí chocaron dos estrellas.

Usted siga sentada y no se apene,

A mí también me ardió el alma desnuda,

a mí también decir adios me duele.

El Cánon de Penélope (aferrarse a un árbol seco)

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No me despido de vos
y no renuncio,
aunque te marchés de pronto,
aunque ya no quieras darte,
aunque me negués tu vida
como queriendo matarme,
aunque finjás, como lo hacés,
que nunca quisiste mi alma,
sé que me son fieles las frases
y latentes las miradas,
y que en las noches calladas y largas como tus máscaras
de vez en cuando reís
cuando te asalta el recuerdo,
y una vez perdida esperás
la llamada quiebrasueños.
No me despido de vos,
Y no renuncio,
porque ver la vida en vos
no es vivir del recuerdo
ya que recuerdo la vida
porque vos le diste tiempo.
Yo no renuncio,
no debo.
Puede que salga, quizás,
a buscarte en otro tiempo,
a envejecer un poco,
a coleccionar camino,
puede que me vaya incluso,
mas no me despido de vos

no por creer en destinos,
sino porque te encuentro en cada humedad de setiembre,
en cada tarde en batalla,
en cada charco que brinco en las calles de mi pueblo,
en el vaivén de mi hamaca, y en cada esperanza,
y luego,
me doy cuenta que al llevarte, obstinado, terco,
aferrado a un árbol seco,
rescato el aroma de la vida
que me enseñaste a respirar sobre tu pecho.
No me despido de vos,
y no renuncio,
porque por vos es mi historia en este algoritmo resuelta
y a ese dogma consagrada,
si estás o no estás ¡es tu espada!,
con vos o sin vos ¡es mi vida!
…por eso no digo adiós,
y te quiero todavía.





Fotografía: www.freeimages.co.uk