Sobre resucitar este amor tan vivo

|

Una nueva visión se sacude los años;
que el amor, con su edad cronológica de piedra
y su actitud de infante
no pasa a ser otra cosa
que la marca perenne en las rodillas
de una falacia que los que odian
nos venden.

Los que odian con el vientre y con las manos
Los que odian a través de los ojos
del odio mismo;
Un engaño tan cruel no puede venir
sino de una mente privilegiada
y no puede ser asimilada
más que por un cerebro perturbado.

Y no digo que el amor no exista
digo que el amor esencial se muere
cuando la programación perversa e ilusa
que gozan en los orgasmos
los dioses del odio
- esa manía de pedir lo que no se tiene
aunque se tenga lo que todos buscan,
la maldita tendencia
a convertir el amor
en un artículo capitalizable -
se confabula con el orgullo
y vuelve el vivir el amor
en un consumir el amor.

¿Por qué aquella muchacha
de carnes firmes y vientre joven
ruega en las noches
por que venga el amor,
el mismo que consume todos los días
por tratar de ponerle riendas y colores
a un caballo indómito?
¿Por qué el amor que late,
que hace reverdecer al mundo,
que a diario alimenta al alma y al cuerpo
de pronto es enmascarado con una esperanza,
más bien exigencia
de un galanteo añejo marca Sanaplast
que no necesariamente siembre más amor,
pero al menos cubra las heridas?


El amor verdadero
no es una maqueta estrafalaria
que se alista para el carnaval
y se pinta de fosforescente.
El amor verdadero
no es la telenovela absurda
ni el superhéroe encapuchado.
El amor, amada mía es un ser vivo
con una raíz en tu puerto, y la otra
simple y comúnmente
clavada en mi pecho.
¡Deja de lado esa niebla rosa
y mira como tus lágrimas
caen sobre tu corazón,
desde hace tanto tiempo florecido!