Catalepsia

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¡Me escribo tan poco últimamente!

Son tan escasos los lapsos en que me encuentro,

me fumo, me escucho y me respondo,

y a veces, para ganar confianza, me converso…

Ignoro si conversar y convertir son hermanas de leche,

pero, ¡cómo influye en ocasiones una buena discusión

conmigo o con cualquiera!

¡Qué placer aquel de cuando se bota una hilera,

pensamientos racionales, dominó impuesto,

romper estructura, cada cosa significa,

cada gramo de ceniza un campo semántico,

una idea cada gramo de ceniza!

¡Qué poco me visito últimamente!

Aún sabiendo dónde vivo, aún viviendo,

procuro evitar el domicilio donde me fui a esconder

en el más escandaloso concubinato,

con vos, tu recuerdo y mi poesía,

siendo felices los cuatro, no existiendo,

y yo ahora me muerdo los nudillos de la envidia,

y gasto en llamadas, en zapatos, en correo,

pero no disco, no camino, no escribo,

y sólo sé de mi cuando en la calle,

de pura casualidad me encuentro y me sonrío…

Últimamente, las noches son tan largas,

y los días tan fríos,

que prefiero esperar la próxima estación

antes de buscarme y preguntar

cómo está aquel yo que se fugó contigo…

Reminencias recesivas, telúricas réplicas

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Olvidarte
es la negación de una existencia,
es rehusar a un parnaso,
dejar de lado un desorden incontable
de hipérboles lúdicas y muestras de fe.

Es no tomar en cuenta el cronómetro del sol,
irrespetar las cuentas rezadas por la anciana,
callar de golpe el viento y el bambú,
sufrir el vértigo del filo de la espada,
dormir con chupón al hecho inexorable,
aprobar el curso de amar, y no aprender.

Olvidarte, es decir, recordarte en negativo,
le consume tanta sangre a la pared y los relojes
que la una se inclina entre el bahareque y el siglo
y los otros padecen tal vergüenza incontenible
que pierden su cordura en quince para las doce.

Olvidarte, al fin, es una farsa tan completa
que roja de hipocresía
se esconde la vana fuerza,
la sonrisa defendible,
los besos en horas muertas,
y la vida se disfraza vistiendo otra vil careta,
y suele llegar el alba, ¡pero mi noche se queda!

Olvidarte…
nunca escogió peor morada
mi tristeza…